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Mostrando entradas de agosto, 2009

La hermosa regla de oración de San Juan Crisóstomo

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Esta es una regla simple y fácil, al inicio mas necesita de memorización (quizá la ayuda de una pequeña nota donde llevemos apuntado las frases) y cierta disponibilidad de tiempo. San Juan Crisóstomo, autor del compedio de la Divina Liturgia hoy practicada por la Iglesia ortodoxa en todo el mundo, dejó un conjunto de pequeñas oraciones para ser rezadas a cada hora del día y de la noche. Esta regla consiste en rezar un cordón por hora (33 para laicos, 100 para clero), con la oración correspondiente.Está claro que el orante no precisa estar despierto las veinticuatro horas del día, pero puede mantener las oraciones durante el día en los periodos en que esté despierto y, en las horas en que el sueño no se presenta, seguir con las oraciones hora a hora. Basta recitar a cada hora un cordón completo diciendo en lugar de la oración "Señor Jesús ten piedad de mi, que soy un pecador", la oración correspondiente, tal como sigue: 1. Oh Señor, no me prives de Tu Bendición Celestial. 2. O

Sermón de la Dormición de la Madre de Dios por San Gregorio Palamas

Pongo a disposición de los lectores este hermoso Sermon de San Gregorio Palamas, que según la costumbre ortodoxa se puede leer después del oficio de la Paraclesis, justo antes del inicio de la procesion con el Epitafio de la Madre de Dios, y que tras la procesión se realiza las lamentaciones propias de la fiesta. Agradezco a Madre Mariamne y Padre Nicolás por la traducción del texto original. Mi presente sermón es motivado por el amor y la necesidad, no hablo solamente en razón de mi amor por ustedes y por el deseo de que palabras de salvación lleguen a sus oídos amantes de Dios, para nutrir sus almas; sino también, porque me es necesario, además de alabar a la Iglesia, exponer y exaltar la majestad de la siempre Virgen Madre de Dios. Este deseo al desplegarse, me impulsa y una misión indeclinable me obliga; aunque los discursos no puedan comprender aquello que es más elevado que cualquier palabra, así como la mirada de nuestros ojos que no puede sostenerse ante la luz del sol.