Haced todo para la Gloria de Dios (VIII)
“¿Cuándo debo ayunar?”
La Iglesia prescribe un ayuno absoluto (no comer o beber nada) desde la media noche anterior al día donde planeamos recibir la Santa Comunión. Igualmente, hay algunos períodos durante el Año Litúrgico cuando hay ayuno de abstinencia de algunos alimentos, básicamente de carne (incluyendo pollo), pescado y los que llamamos habituales (entre los que esta la leche, huevos, queso y derivados. Estos ayunos se observan de media noche a media noche, por ejemplo el ayuno de miércoles termina a media noche del miércoles.
Nos abstenemos de carne, pescado y habituales todos los miércoles y viernes del año, excepto los días de fiestas
Nos abstenemos durante cuatro períodos del año: Gran Cuaresma (ayuno de 40 días que preceden a la Pascua, Fiesta de los Apóstoles (de extensión variable como preparación a la Fiesta de San Pedro y San Pablo Apóstoles el 29 de junio), Ayuno de la Dormición (durante las primeras dos semanas del mes de agosto, en preparación de la Fiesta de la Dormición de la Madre de Dios el 15 de Agosto) y de la Fiesta de Natividad (40 días preparando la Natividad de Nuestro Señor iniciándose el 15 de Noviembre). Durante estos tiempos de ayuno, los matrimonios son invitados igualmente a un ayuno conyugal que les ayude igualmente a crecer como personas y parejas.
Igualmente existen algunos días particulares en los cuales se observa una dieta estricta cuaresmal, por ejemplo el día de la Elevación de la Santa Cruz el 14 de Septiembre, la víspera de la Teofanía (Enero 5), la decapitación de San Juan Bautista (29 de Agosto).
Cabe indicar que no se come o bebe absolutamente (ayuno negro) desde la caída del sol del día anterior el día Viernes Santo.
Es importante indicar que muchos de los días de estos ayunos son mitigados con la permisión de comer pescado, pues son días que también se conmemora alguna fiesta, por ejemplo el gran ayuno de la Gran Cuaresma es mitigado por el día 25 de marzo que es la fiesta de la Anunciación, por lo que está permitido comer frutos del mar.
Obviamente, ciertas personas están exentas del rigor de estas normas: Los niños menores de 10 años y las personas de tercera edad delicadas de salud, igualmente los enfermos así como las mujeres encintas. Cuando existe duda de si se debe hacer ayuno o no, es mejor recurrir al sacerdote para consultarle o pedirle dispensa para hacerlo.
Evidentemente estas normas presuponen que la persona se encuentra en un ambiente ortodoxo, es decir que no va a causar una molestia o extrañeza o incluso evitar la posibilidad de ser rechazado o burlado a causa de nuestra fe. Por lo tanto si nos encontramos en un ambiente hostil a nuestras costumbres ortodoxas, es preferible no hacer este ejercicio pues es más grave molestar a alguien con nuestra actitud, que el dejar de hacerlo. Por ejemplo si tenemos familiares que no son ortodoxos y no comparten favorablemente nuestra decisión de fe, y nos invitan a una reunión donde hay comida de carne siendo día de ayuno, no es conveniente despreciar la invitación a o asistir y no comer diciendo las razones de nuestra fe, esto puede causar mayores críticas o incluso burlas, por lo que lo más razonable es aceptar la invitación y comer normalmente.
El beneficio espiritual del ayuno es personal y es una elección que debe ser absolutamente libre, por lo que el practicarlo debe siempre traernos un crecimiento espiritual y no una alteración forzada del carácter o la salud.
Indudablemente es un ejercicio del espíritu recomendado desde la antigüedad con frutos muy agradables a Dios y de crecimiento personal, por lo que no debemos temer realizarlo y debemos esforzarnos por ponerlo en práctica con amor.
Todos los miembros de la Iglesia están invitados a ofrecer a los demás alguna cosa después de la Liturgia de cada Domingo o fiestas, así lo hacían los primeros cristianos como signo de compartir, en realidad el compartir después de la Liturgia es parte de la vida Ortodoxa y demuestra la verdadera vida cristiana que no se queda solo en el culto a Dios, sino que lo hace vida con los que nos rodean, por tanto la “hora del café” es una oportunidad de ofrecer a Dios un sacrificio para los otros miembros de la Iglesia, por ejemplo, si he ayunado durante unos días por mi bien espiritual, el gasto que podría haber tenido de esa alimentación puedo comprar algo para ofrecerlo a los fieles el día de Liturgia, no se necesita preguntar para llevar algo a la Iglesia, simplemente llevarlo y uno mismo repartirlo, se vería mal el llevar algo y simplemente dejarlo sobre una mesa, pues debemos recordar que no hay empleados en la Iglesia sino hermanos, así que todos somos iguales, y lo que llevamos debemos nosotros mismos repartirlo. Recordemos igualmente que este compartir ayuda también a algunas personas que pueden estar en una situación difícil económica y que puede ser un momento de poder alimentarse con algo, por lo que no dudemos de dar a todos. Evidentemente también debemos estar al tanto del calendario de los ayunos pues no podríamos brindar algo con carne cuando el calendario no lo permite.
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