Haced todo para la Gloria de Dios (IX)

“¿Que debo saber sobre la Confesión?”

Cada uno debemos hacer un examen de conciencia cada día, antes de ir a dormir, declarar nuestros pecados a Dios y pedirle su perdón. Esta es la práctica normal ortodoxa. Si existe algo que especialmente nos quema en la conciencia y que lo sentimos pesado o difícil de sobrellevar, o que no nos permite tener paz en nuestra alma, (o incluso que simplemente se necesita conocer el consejo del sacerdote sobre ese tema particular), entonces recurrimos a la Confesión Sacramental cuanto antes podamos. Debemos tener la disciplina de ir a la Confesión regularmente (cada mes, o al menos durante las cuatro epocas de ayuno del año), no se debe esperar a una oportunidad determinada para confesarse, se debe ir cada de uno sienta que es necesario.

El mejor momento para la Confesión es cuando se realizan las Grandes Vísperas o la Vigilia previa a la Divina Liturgia. Es decir la tarde noche previa a la Liturgia. Sin embargo es posible pedir la Confesión al sacerdote en cualquier momento a lo largo de la semana, lógicamente un mínimo de cortesía nos sugiere que se debe con algo de anterioridad llamar al sacerdote para solicitarle una “cita” para este sacramento, pues las ocupaciones de cada sacerdote imposibilita que este disponible todo el tiempo. NO es la mejor opción el recurrir al sacramento justo antes de la Divina Liturgia, pues eso significa que no se ha buscado un momento a lo largo de la semana para pedir la confesión y que se la hace a último momento, sin embargo muchos sacerdotes aceptan de buen agrado el atender a los fieles en la hora anterior a la Divina Liturgia lo que exige que al menos estemos un buen tiempo antes de la Divina Liturgia para poder confesarnos, pero las oraciones del sacerdote pueden alargarse en la preparación de la Divina Liturgia y puede pasar que no tenga tiempo suficiente para atendernos o para darnos un consejo adecuado a nuestras necesidades. En todo caso es igualmente válido llegar antes de la Divina Liturgia para recibir la absolución de nuestros pecados, pero no lo es para una buena dirección espiritual.

La manera correcta de prepararse para la Confesión es la siguiente: tómese un tiempo a solas con el Señor buscando en su corazón las cosas que pudieron haber ofendido a Dios, al prójimo o herido a uno mismo. Hay folletos disponibles en la Iglesia para hacer un buen examen de conciencia. Algunas personas prefieren escribir en un pedazo de papel sus pecados para poder recordarlos mientras realizan su confesión. Lo fundamental es recordar los pecados ante Dios y estar verdaderamente arrepentido de haberlos cometido. Es errado comenzar ante Dios y ante el sacerdote una especie de justificación de nuestros pecados, o una especie de infravaloración de los hechos, por ejemplo decir: “he caído en esto, pero fue por causa de….., yo no creo que eso sea malo….para mi no fue grave…este tipo de afirmaciones restarían sentido a la Confesión. El acto no es realizado ante el sacerdote, sino ante Cristo y el sacerdote a un lado es el testigo de parte de la Iglesia. En la Iglesia Ortodoxa nosotros NO NOS CONFESAMOS ante el sacerdote sino ante Cristo, el sacerdote tiene una función testimonial de nuestro arrepentimiento ante Dios y en nombre de Dios nos confirma el perdón conferido por Jesucristo. Por tanto NO ES EL SACERDOTE EL QUE PERDONA, es CRISTO.

Al venir a la Confesión, el fiel va a encontrar al sacerdote frente al Icono de Cristo, el penitente se acerca manteniéndose de pie (algunos lo hacen de rodillas esto es libre pero se debe pensar en que al colocarse de rodillas el sacerdote debe inclinarse para escuchar), el sacerdote escucha la declaración de los pecados del fiel, hecha a Cristo (si el sacerdote no es el Padre espiritual de la persona puede el fiel decir los pecados internamente sin que sean audibles al sacerdote), si el fiel pide consejo sobre algo particular el sacerdote entonces puede hacerle algunas recomendaciones, pero sobretodo para la vida espiritual es mejor dialogar con el sacerdote padre espiritual fuera de la confesión.

El sacerdote coloca su epitrajilio (estola) sobre la cabeza del penitente como símbolo de los brazos de misericordia de Dios que protegen al creyente y le perdonan sus faltas. Así mismo la colocación del epitrajilio sobre la cabeza y espaldas son signo de petición de parte del Sacerdote a Dios de que sea recibida esta penitencia del fiel. Cabe recordar que todos los sacerdotes tienen la obligación de olvidar inmediatamente todo cuanto escuchen en confesión, y que no pueden revelar a nadie estos pecados bajo pena de excomunión.

No es común que el sacerdote imponga penitencias como oraciones largas o cosas forzadas, simplemente puede recomendar lecturas o actos de caridad que mejoren nuestras vidas.

Tras besar la Cruz que nos muestra el sacerdote al final, la paz ha de volver a nuestros corazones y somos declarados personas libres en Cristo.

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